Fábulas de Esopo
El caballo viejo
Un caballo viejo fue vendido para darle vueltas a la piedra de un
molino. Al verse atado a la piedra, exclam� sollozando:
-- � Despu�s de las vueltas de las carreras, he aqu� a que vueltas me
he reducido !
No presum�is de la fortaleza de la juventud. Para muchos, la vejez es
un trabajo muy penoso.
La zorra y el le�ador
Una zorra era perseguida por unos cazadores cuando vio a un le�ador y
le suplic� que la escondiera. El hombre le aconsej� que ingresara a su
caba�a.
De inmediato llegaron los cazadores, y le preguntaron al le�ador si
hab�a visto a la zorra.
Con la voz les dijo que no, pero con su mano disimuladamente se�alaba
donde se hab�a escondido.
Los cazadores no comprendieron la se�as de la mano y se confiaron en lo
dicho con la palabra.
La zorra al verlos marcharse, sali� sin decir nada.
Le reproch� el le�ador que a pesar de haberla salvado, no le diera las
gracias, a lo que la zorra respondi�:
--Te hubiera dado las gracias si tus manos y tu boca hubieran dicho lo
mismo.
No niegues con tus actos, lo que pregonas con tus palabras.
El �guila, el cuervo y el pastor
Lanz�ndose desde una cima, un �guila arrebat� a un corderito.
La vio un cuervo y tratando de imitar el acto, se lanz� sobre un
carnero, pero con tan malas artes que sus garras se enredaron en la
lana, y batiendo en vano sus alas no logr� soltarse.
Viendo el pastor lo que suced�a, cogi� al cuervo, y cortando las puntas
de sus alas, se la llev� a sus ni�os.
Le preguntaron sus hijos acerca de que clase de ave era aquella, y les
dijo:
- Para m�, s�lo es un cuervo; pero �l, se cree �guila.
Pon tu esfuerzo y dedicaci�n en lo que realmente est�s preparado, no en
lo que no te corresponde.
El caballo, el buey, el perro y el hombre
Cuando Zeus cre� al hombre, s�lo le concedi� unos pocos a�os de vida.
Pero el hombre, poniendo a funcionar su inteligencia, al llegar el
invierno edific� una casa y habit� en ella.
Cierto d�a en que el fr�o era muy crudo, y la lluvia empez� a caer, no
pudiendo el caballo aguantarse m�s, lleg� corriendo a donde el hombre y
le pidi� que le diera abrigo.
Le dijo el hombre que s�lo lo har�a con una condici�n: que le cediera
una parte de los a�os que le correspond�an. El caballo acept�.
Poco despu�s se present� el buey que tampoco pod�a sufrir el mal
tiempo. Contest�le el hombre lo mismo: que lo admitir�a si le daba
cierto n�mero de sus a�os. El buey cedi� una parte y qued� admitido.
Por fin, lleg� el perro, tambi�n muri�ndose de fr�o, y cediendo una
parte de su tiempo de vida, obtuvo su refugio.
Y he aqu� el resultado: cuando los hombres cumplen el tiempo que Zeus
les dio, son puros y buenos; cuando llegan a los a�os pedidos al
caballo, son intr�pidos y orgullosos; cuando est�n en los del buey, se
dedican a mandar; y cuando llegan a usar el tiempo del perro, al final
de su existencia, vu�lvense irascibles y malhumorados.
Describe esta f�bula las etapas del hombre: inocente ni�ez, vigorosa
juventud, poderosa madurez y sensible vejez.
El gato y las ratas
Hab�a una casa invadida de ratas. Lo supo un gato y se fue a ella, y
poco a poco iba devorando las ratas. Pero ellas, viendo que r�pidamente
eran cazadas, decidieron guardarse en sus agujeros.
No pudiendo el gato alcanzarlas, ide� una trampa para que salieran.
Trep� a lo alto de una viga, y colgado de ella se hizo el muerto. Pero
una de las ratas se asom�, lo vio y le dijo:
-- � Oye amiguito, aunque fueras un saco de harina, no me acercar�a a
t� !
Demuestra esta f�bula que las personas sesudas, una vez que han
experimentado la maldad de otros, ya no se dejan enga�ar por sus
trucos.
Los malvados, cuando no pueden capturar a sus v�ctimas directamente,
buscan un atrayente truco para lograrlo. Cu�date siempre de lo que te
ofrecen muy lindo y atrayente.
La zorra y los racimos de uvas
Estaba una zorra con mucha hambre, y al ver colgando de una parra unos
deliciosos racimos de uvas, quiso atraparlos con su boca.
Mas no pudiendo alcanzarlos, se alej� dici�ndose:
-- � Qu� verdes que est�n !
Nunca culpes a los dem�s de lo que no eres capaz de alcanzar.
La zorra y el mono disputando sobre su nobleza
Viajaban por esta tierra juntos una zorra y un mono, disputando a la
vez sobre su nobleza.
Mientras cada uno detallaba ampliamente sus t�tulos, llegaron a cierto
lugar. Volvi� el mono su mirada hacia un cementerio y rompi� a llorar.
Pregunt� la zorra que le ocurr�a, y el mono, mostr�ndoles unas tumbas
le dijo:
-- � Oh, c�mo no sollozar cuando veo las l�pidas funerarias de esos
h�roes, mis ancestros !
-- � Puedes mentir cuanto quieras -- contest� la zorra --; ninguno se
levantar� para desmentirte !
Igual ocurre con los hombres: los embusteros siempre se alaban cuando
no hay nadie por delante para descubrirlos.
S� siempre honesto en tu vida. Nunca sabes si el vecino que te escucha
sabe la verdad y corroborar� o desmentir� tus palabras.
La zorra, el oso y el le�n
Habiendo encontrado al mismo tiempo un oso y un le�n a un cervatillo,
se trabaron en combate a ver cual de los dos se quedaba con la presa.
Una zorra que por all� pasaba, vi�ndolos extenuados y con el cervatillo
al medio, se apoder� de �ste y corri� pasando tranquilamente entre los
otros dos.
Y tanto el oso como el le�n, extenuados y sin fuerzas para levantarse,
murmuraron:
-- � Desdichados somos ! � Tanto esfuerzo hicimos y todo para la zorra !
Por empe�arnos en no querer compartir, podemos perderlo todo
El gallo y la comadreja
Una comadreja atrap� a un gallo y quizo tener una raz�n plausible para
com�rselo.
Primero le acus� de importunar a los hombres y de impedirles dormir con
sus cantos por la noche. Defendi�se el gallo diciendo que lo hac�a para
serles �tiles, pues despert�ndolos, les recordaba comenzar sus trabajos
cotidianos.
Entonces la comadreja adujo una nueva acusaci�n: que ultrajaba a la
Naturaleza por buscar como novias a su madre y a sus hermanas. Repuso
el gallo que tambi�n as� favorec�a a sus due�os, porque de este modo
las gallinas pon�an m�s huevos.
-- � Vaya -- exclam� la comadreja --, veo que tienes respuesta para
todo, pero por eso no voy a quedar en ayunas ! -- y lo sirvi� de cena.
Para el malvado decidido a agredir, no lo para ninguna clase de
razones.
El ruise�or y la golondrina
Invitaba la golondrina al ruise�or a poner su nido como ella, bajo el
techo de los hombres, y a vivir con ellos como lo hac�a ella. Pero el
ruise�or repuso:
-- No quiero reanimar el recuerdo de mis antiguos males, y por eso vivo
en lugares apartados.
Los bienes y los males recibidos, siempre quedan atados a las
circunstancias que los rodearon.